La mente no distingue entre realidad y convicción, y ése es nuestro superpoder.
- Chuz Vargas
- hace 7 días
- 4 Min. de lectura

Sería difícil decir cuántas veces me he despertado de un sueño con una emoción tan vívida que tardo unos segundos en procesar el hecho de que estoy despierta, y ya no en esa realidad alternativa. Digo realidad porque si no fuera por los años que llevo experimentando sueños lúcidos, leyendo sobre ellos, relacionándome con otros soñadores y "trabajando" las sensaciones que surgen de ellos, viviría en una mezcla perpetua de sueños y hechos reales, con las líneas tan borrosas que todo se siente como ir a la deriva en un pantano en constante expansión.
Cuando hablo de "soñar en grande", la semántica sostiene otro significado. Desde que era niña, no he dejado de soñar, tanto dormida como (parcialmente) despierta. Aprendí a volar en un sueño con mi abuela cuando tenía 7 años, mostrándole cómo había practicado la levitación, diciéndole que ¡no tuviera miedo! Estamos en un sueño; podemos divertirnos con él. Si duele, ¡nos despertamos! Así de fácil.
Con la edad llegaron nuevas experiencias, nuevos miedos, la ansiedad empezó a filtrarse y poco a poco el espectáculo nocturno cambió. Experimenté la parálisis del sueño una sola vez (suficiente para asustarme durante años) y poco después, por ahí de los veinticuatro años, llegaron las proyecciones astrales involuntarias. Al principio daban miedo, se volvieron emocionantes después, pero eran insostenibles a largo plazo. Tendría que escribir otra entrada sólo sobre eso para cubrir la profundidad de estos viajes.
¿Qué hago con todos estos sueños? ¿Cuánto puede almacenar mi cerebro?
Tener tendencias hiperactivas a soñar puede ser frustrante si una está intentando descansar profundamente y sin interrupciones, pero para mí también ha sido increíblemente transformador. Me ha mostrado partes de mí misma a las que de otro modo habría sido más difícil (o me habría llevado más tiempo) acceder, me ha regalado nuevos paisajes de poderosa inspiración creativa, y mucho trabajo emocional se ha visto impulsado gracias a estas percepciones nocturnas.
Sigo curándome de traumas y penas emocionales integrando estos mensajes canalizados por la noche, discerniendo cuidadosamente entre lo que podría ser una proyección basada en el miedo y un conocimiento valioso. Tres décadas y algo de tamizar a través de lo que a veces se siente como montañas de desechos y encontrar tesoros, me he convertido en una experta carroñera.
Me siento y miro a mi alrededor en este momento; ¿cuánto es mera casualidad y cuánto de esto lo he soñado para que exista? Estoy viviendo una vida con la que he soñado tantas veces, y soy consciente de que esta versión de mí nunca ha existido antes. Me atrevo a imaginar la próxima versión de mí misma, a añadir detalles a esta imagen; ¿cómo se siente ser ella? ¿En qué proyectos trabaja? ¿Con quién comparte su vida?
Entonces, si algo ya se siente tan real en mi mente, ¿qué pasos debo dar para llevarlo a su realidad? ¿Con qué recursos, herramientas, talentos cuento hoy? Hago un inventario de mi situación actual, y empiezo a trazar en mi mente los caminos que podría tomar en estos próximos seis meses para seguir mejorando mi vida.
Soñar...con dirección.
Los sueños dispersos crean cimientos desordenados.
Primero, se comienza con una corazonada o una intuición. Algunos lo llaman un momento de lucidez, para otros la idea surgió en un sueño. Tiene bordes ásperos, todavía es más una mancha que una forma y no se ha enfocado del todo, pero está ahí. La semilla está plantada; lo que has visto no lo puedes dejar de ver.
Después vienen la acción y la estructura. Para mí, la acción real llegó cuando dejé mi trabajo a tiempo completo para seguir esta intuición, y rápidamente me di cuenta de que nadie iba a venir y construir esto por mí. Por mucho apoyo que recibiera de mi red de seres queridos y por mucho que me inspiraran, dependía totalmente de mí hacer que esto sucediera. Pero... ¿qué era exactamente lo que quería? ¿Cómo podía visualizar un resultado deseado, si estaba recorriendo un nuevo camino pero dejando tantas cosas al azar? Dudaba tanto en añadir detalles, por miedo a decepcionarme a mí misma.
Probé muchos enfoques diferentes para crear una estructura sólida; fracasé, tuve éxito y volví a fracasar, cobré demasiado poco por grandes proyectos, apunté más alto de lo que podía alcanzar con otros. Fue en esos fracasos donde aprendí más; todavía recuerdo algunos de esos "fracasos" y les envío gratitud en silencio por haber sido enormes maestros.
«¿Cuál es tu tipo de cliente favorito?». me preguntaron el otro día. Y por primera vez en mi vida, tuve una respuesta clara y sincera. Hace uno o dos años, mi respuesta probablemente habría sido vaga "...¿cómo que podemos elegir a nuestros favoritos? ¿Acaso el cliente que paga no es el mejor cliente?". Qué sorpresa cuando con el tiempo aprendí que elegimos y atraemos el tipo de cliente que queremos, tanto como ellos a nosotros.
El cliente perfecto para ti es el que se alinea con tu visión, el que te inspira, un cliente en cuya misión crees. Crear con ellos trae alegría, fluye natural, y realmente quieres que tengan éxito. Tuve que aprender a decir «no» a relaciones tibias para dar paso a más «sí» de cuerpo entero a aquello que me llena de entusiasmo y saca lo mejor de mí.
Reconocer esto y celebrar la nueva conciencia fue como poner la primera piedra sólida en la construcción de mi propio negocio. Había encontrado la dirección.

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